La literatura se ha caracterizado por relatar la
realidad, ya sea disfrazada por un mundo distinto o de fantasía, o de manera
directa. En esta ocasión les hablaré un poco de su historia con el deporte; que
se divide en dos partes: Una es individual y otra es colectiva. Es individual debido
a que permite que la actividad sea realizada por la unidad, esto tiene
resonancia en lo colectivo porque afecta al grupo. El caso del fútbol, que es
un deporte desempeñado de manera individual pero también colectivamente. Lo que
es vital y definitivo tanto en lo individual como en lo colectivo, es su importancia
en el plano social, lo anterior es trabajo del campo literario.
Sobre lo cualificativo se originó el deporte, sin la
presencia de la calidad no hubiera tenido origen; esto ha sido así desde los
primeros registros deportivos de la historia. Un claro ejemplo de lo anterior
lo podrán encontrar plenamente en las antiguas Olimpiadas griegas, en la
rivalidad existente entre espartanos y atenienses. En estas mismas competencias,
el lector podrá hallar otro elemento que se manifiesta a través del deporte, su
contenido político. Una de las esencias del deporte, cuando se trata de una
competencia, es la de hacer brotar la calidad del practicante. Es por eso que
las disputas políticas entre atenienses y espartanos, dos formas distintas de
organizar la sociedad, se veían reflejadas con exasperación en las Olimpiadas. Este
ambiente mezclado de intereses, es el que toma la literatura como material para
sus producciones. La poesía antigua presenta gran cantidad de registros que así
lo prueban. Uno de los más grandes poetas de la época anteriormente señalada,
Píndaro, dedicó buena parte de su obra al tema de las Olimpiadas.
Algunas de
las obras que tienen el deporte como uno de sus temas centrales: “El viejo y el mar” de Ernest
Hemingway, “La soledad del
corredor de fondo” de Allan Sillitoe, “Campeones” de Guillermo Meneses, el cuento “Por un bistec” de Jack London, “Pelotari”
de Marcelino Izquierdo Vozmediano, “Lágrimas por una medalla” de Tania Lamarca
y “Fútbol, goles y girasoles” de Jairo Anibal Niño.
Juan Domingo Perón, un hombre que por necesidad de
interés político necesitaba de la presencia característica en el plano del
deporte, que Argentina lograra destacar en el campo del boxeo, por eso de que
toda victoria de un país, es a su vez la victoria de su presidente. Todas sus
esperanzas estaban en un joven de provincia, que había comenzado a destacarse
en las peleas callejeras, estas le abrieron las puertas para poder entrar al
“ring” de boxeo como un completo desconocido, logrando ascender pacientemente,
hasta que por fin su nombre llegó a oídos del mandatario. De esta manera fue
como José María Gatica se convirtió en el favorito. Sin embargo, la vida
decidiría otra cosa para su destino. Su existencia haría de él un personaje
trágico, ahogado por la atmósfera de su propia victoria. Una vida “de película”,
perfecta para ser tema de cualquier manifestación, esto hizo el escritor argentino
Enrique Medina, novelar la historia de este joven con elementos biográficos e
históricos, que cambian un rasgo de la historia nacional de Argentina y la
historia del protagonista.
A pocos pasos, hace ya varios años “Vericuetos” (la revista), quienes produjeron
el libro “Gatica el boxeador de Evita y Perón”, tuvo el privilegio
de observar algunos borradores de “Rayuela” y
de “Cronopios” en una
tarde de que parecía eterna, un dato curioso es que Cortázar es coterráneo de
Medina.
Además libros como “Lágrimas
por una medalla” de Tania
Lamarca, “En el gimnasio Gleason” de Ted Lewin, “Pelotari”
de Marcelino Izquierdo Vozmediano
y “Fiebre en las gradas” de Nick Hornby, relatan otra visión del deporte, desde
los ojos de aquellos que han vivido las experiencias, de aquellos que han
sufrido y han dado hasta la último gota de sudor y sangre por amor al deporte.
Por otro lado la
historia que cuenta el libro clasificado como literatura infantil, “Fútbol,
goles y girasoles” de Jairo Anibal Niño, es la de un partido de fútbol que
marca un punto de partida o tal vez un punto final de “el equipo más malo del
mundo”, como lo dice Anibal Niño: “…Un
empate era una catástrofe para los brasileños y también para el equipo de
fútbol más malo del mundo. Faltaban pocos segundos para terminar el encuentro y
los brasileños, a pesar del afán, estaban seguros de que, dada su sapiencia, su
brillante historial, la calidad de sus estrellas, harían fácilmente el gol que
les daría el triunfo. El árbitro ordenó un saque de puerta a favor de Brasil…”.
Esta historia es trágica, pero también cautivante y entretenida, que atrapara al lector y lo sumergirá en un mundo parecido al actual, pero no igual.
En conclusión la
relación entre la literatura y el deporte, por más extraña que parezca, existe,
y es tan fuerte que abarca varias ramas de la literatura, en distintos
contextos y durante mucho tiempo; que comienza, probablemente, desde el período
colonial y las invasiones a América, debido a los deportes que practicaban los
aborígenes y que quedaron plasmados en las hojas escritas por los cronistas españoles,
registros que hoy en día se conservan.
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