Benévolo y ajusticiado
Suplicios,
lamentos,
mira
y se ve en el reflejo
del
agua de su espejo
pues
andaluz lucía
y
establecía
en
vuelo de aves,
en
medio de paisajes,
clamorosos,
pero con impuestos
llenos
de seguros
por
donde solo el corazón pasa,
pero
sin mente se queda
y su
cuerpo estupefacto
permanece
aislado del cielo,
cada
vez más cerca del abismo.
Sus
ojos se miran y contemplan
el
blanco del óleo,
las
pinturas esperan
al
igual que el enajenado,
ese
que se ve escapando,
con
sigilo, pudor
y
con el olor
se
mancha,
se viste
con carne lastimada.
entre
lágrimas e imaginación,
ya
todo leído,
pero
nada vivido.
Yacen
los libros
sobre
los cimientos
estables,
pero frágiles,
ya
aniquilados por frailes
no
desvanecen,
solo
hacen de ellos
iluminados
cielos
que
solo el alcanza
en
medio de su caza.
Padre Ernesto
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