En esta entrada poco escribiré y más expondré algunos fragmentos tomadas
de una entrevista por parte del arquitecto brasilero Igor Fracalossi al arquitecto
chileno Germán del Sol. Sin embargo, haré una breve introducción: Vivimos en
una sociedad que tiene ideas erróneas y que trata de introducirlas en la mente
de los ciudadanos, por nombrar dos (que son de gran importancia a pesar de
existir miles): La realidad y la vida. Quienes han conseguido salir de este
círculo cerrado, comprenden que la vida no es lo que dicen, ni la realidad es lo
que pintan; porque estas son inefables y equívocas. En este caso nos concentraremos
en la poesía y su aporte a la arquitectura, se sorprenderán y aprenderán mucho
si son capaces de abrir los ojos y la mente…
Fragmentos de la entrevista del
arquitecto brasilero Igor Fracalossi al arquitecto chileno Germán del Sol
“Germán del Sol: … La
arquitectura es un arte. Todo arte requiere de oficio. Pero arte es ir más allá
del oficio. …Pero el arte es absolutamente distinto, y sirve para otra cosa. El
arte es esencial para la vida humana, el comercio no. Lo esencial como dice el
poeta argentino Hugo Mujica; es la gratuidad que nos hace humanos.
…Igor Fracalossi: Cierto
día me di cuenta de que la arquitectura parece ser más un estado temporal que
una cosa espacial. Cuando uno está utilizando la arquitectura como construcción
quizás la arquitectura misma no exista. Solamente en el momento en que uno está
contemplando la arquitectura es que quizás ella exista.
Germán del Sol: Tal vez
tengas razón. Alguien dijo que nadie ha visto nunca una pieza vacía, o un
bosque virgen. Porque en el momento que alguien entra, la pieza no está vacía,
ni el bosque, virgen. Tal vez, las cosas solo existen si alguien las ve.
… Me arriesgo a contestarte, ¿cuál es el uso de la arquitectura? Por
poner un ejemplo, en la escuela de Arquitectura de la U.C., uno no solo espera
encontrar salas de clases, talleres y lugares de descanso, sino sobre todo su
propio esplendor como alumno. Cuando hay arquitectura, uno ve reflejado lo
mejor de sí… Para eso sirve la arquitectura. Para dar lugar al esplendor de la
vida humana tal como es cuando se la mira con afecto.
Es lo que se espera por lo demás hasta de la plaza más modesta. Porque
la plaza no sirve sólo para que los niños jueguen y los viejos tomemos sol,
sino para que entre las casas y edificios haya un lugar vacío que no está
construido y que somos capaces de dejar intocado para ensanchar el espíritu.
… Tal vez somos espectadores de nuestra vida pública, porque tenemos
mucho sentido del ridículo para protagonizar las fiestas, y no sentimos el
placer de estar sentados mirando pasar la vida sin hacer nada.
Igor Fracalossi: Es este
temor frente a lo vacío, frente a lo que no tiene función. Si uno ve algo que
está vacío, siente una obligación de llenarlo.
Germán del Sol: … Tienes
toda la razón. Quizá la sociedad contemporánea le teme al vacío porque asocia
el placer con la sensibilidad y no con alguna forma de espiritualidad.
… Tal vez lo que se necesita es abrir vacíos para que cada uno los
llene con lo que es, y no con lo que tiene.
… La mesa sin cosas encima, la llena cada uno con su imaginación. Las
plazas vacías en muchas partes del mundo, especialmente en América, se llenan
de maravillas; de gente que, con sus deseos, sus esperanzas, sus fracasos y sus
sueños, las llena de vida.
… Igor Fracalossi: Una vez
yo escuché un actor brasilero que dijo que lo mejor amigo es aquél con quien tú
puedes quedarse callado.
Germán del Sol: Claro. La
única novia que vale la pena es con quien puedes estar sin hablar. Y el mejor
espacio es ese donde con paso del tiempo se ha caído todo lo que sobra, y queda
entonces una ruina, llena de potencial para que cada uno imagine lo que quiera.
Los espacios llenos están muertos.
… Hay que tener sueños que no se puedan cumplir, para que valgan la
pena, porque si se cumplen se acaban.
… La poesía es la que le da sentido gratuito a la arquitectura. Es
decir la deja abierta para que cada uno vea reflejada en ella su propio
esplendor.
… No hay casi nadie que se atreva a decir qué es la poesía y cuál es
su relación con la arquitectura. Nadie. Por eso no se habla de poesía, pero
tampoco de belleza… Yo percibo por los comentarios anónimos en internet que hay
gente joven que no ha leído poesía y piensa que estas ideas son especulaciones
de esnobs; que yo soy “un caballero opinando sentado en un sillón”; que para
conocer la realidad “hay que salir a la calle”, con parka roja como los pobres
ministros en campaña. Y yo les contesto que para pensar uno tiene que sentarse
y dejar que las ideas lo asalten sin estar envuelto en la tremenda urgencia de
la acción.
Jorge Teillier dice que la poesía es una moneda que tiene que estar en
todos los bolsillos. También en los tuyos. Y, para no darte la lata, te voy a
leer un sólo poema…
Este poema se llama “Bajo el cielo nacido tras la lluvia” y lo leo,
porque es fácil explicar su relación con la arquitectura. Dice: “Bajo el cielo
nacido tras la lluvia / escucho un leve deslizarse de remos en el agua”. ¿Por
qué es poético? Porque siempre observamos la lluvia añorando el sol. Entonces
la respuesta como arquitecto es defendernos de ella. Y entender como buena solo
una parte de la realidad. No darse cuenta de que para que haya día tiene que
haber noche, o que solo pasando un poco de sed se aprecia el sabor del agua
fresca. Pensar, por fin los problemas se acabaron: “se acabó la lluvia, no hace
falta un techo”. Entonces ¿qué nos muestra el poeta? Que hay un cielo que
siempre nace después de la lluvia. ¿Qué ve el poeta? Ve que a veces la lluvia
nos muestra el cielo. Que la luz que apagamos nos trae la memoria de luz. Nos muestra
que la lluvia es un don, no un problema.
Y sigue… “Bajo el cielo nacido tras la lluvia / escucho un leve
deslizarse de remos en el agua, / mientras pienso que la felicidad / no es sino
un leve deslizarse de remos en el agua.” La felicidad no es algo que se pueda
agarrar y guardar. Hay mucha gente que cree que la felicidad o el dolor son
momentos muy buenos o muy malos que se guardan en el corazón o en alma.
Teillier en cambio dice que “…la felicidad es un leve deslizarse de remos en el
agua”. O sea, el remo solo toca la felicidad en el agua, y sale. Y sale mojado,
pero sale sin nada. La felicidad no es un montón de agua que tú recoges en un
estanque. Es algo que se toca y se va. Entonces uno bien puede decir que la
arquitectura es lo mismo. La arquitectura no es la materia que uno puede tocar,
sino lo que ella evoca en uno. Es un ir y volver entre la realidad y la
esperanza, entre la vida cotidiana y los mejores sueños.
… “Eso fue la felicidad –dice– dibujar en la escarcha figuras sin
sentido / sabiendo que no durarían nada, / cortar una rama de pino / para
escribir un instante nuestro nombre en la tierra húmeda”. O sea, la felicidad
es escribir en la arena el nombre tuyo y el de tu polola antes de que llegue la
ola que los borra.
Que la felicidad no se retiene. Lo más importante en la arquitectura
no se retiene, se tiene que liberar con toda confianza. Los arquitectos somos,
por decirte una tontera, los que ponemos la arena en la playa para que la gente
escriba sus nombres y dejamos que suba el mar y los borre. Los arquitectos no
somos, como creen algunos, los que hacemos un paseo de hormigón en la orilla
del mar con corazones con los nombres de muchas personas, y lo defendemos del
mar para que dure. Vale la tontería del ejemplo.
La arquitectura no es controlar la vida. Es darle lugar. Y darle lugar
en la vida a las cosas que hoy día pensamos que no tienen valor como, por
ejemplo, que los nombres se borren, que la felicidad o el dolor no se acumulen,
que la oscuridad es a veces mejor que la luz, el silencio mejor que la música,
la lluvia tan buena como el sol, la compañía y la riqueza tan buenas como la
soledad y la pobreza elegidas…
Y ¿quién te abre esa puerta, quién te explica que eso tiene valor? Eso
es lo que te enseña la poesía.”
Es tal cual lo decía Antoine de Saint-Exupery con su Principito: “Lo esencial
es invisible a los ojos”. Encontrar el significado no es lo más importante, llenar
el vacío tampoco, pues lo que está lleno, está cerrado, por consiguiente está
muerto. Lo anterior no solo se relaciona con la arquitectura, también con las
demás artes y ciencias, incluso con la vida misma, alimentada por grandes obras
pero también por unos minúsculos detalles, esos que debemos aprender a valorar,
para así disfrutar del esplendor y la magia que ella nos brinda.