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8 de junio de 2013

El cuerpo y la literatura...

A lo largo de los años el cuerpo ha sido objeto de estudio para las ciencias. Por otro lado las artes también han tratado de explicarlo, pero de una manera más profunda, una que no estudia lo superficial ni lo que quizás ya conocemos, sino que relaciona al cuerpo humano directamente con la naturaleza, los sentimientos, las sensaciones, su alma, su esencia y su ser.
Sin embargo, en la filosofía ha sido motivo de vergüenza el hablar del cuerpo, el considerarlo como la “cárcel del ama”. En algunas religiones se cree que el cuerpo es susceptible a los castigos y se realizan para “conservar el espíritu”. Pero todo lo contrario sucede en la literatura, incluso en ese universo que es el arte.
Al hablar del cuerpo estético se tiende, generalmente, hacia el erotismo y el hedonismo: “el placer de los cuerpos”. Son escasas las veces en que se refiere al dolor o a la enfermedad como elementos inseparables al cuerpo. En la época colonial, el sadismo y la crueldad de los europeos con los nativos en términos de su cuerpo: “la letra con sangre entra”; pues cuando se asesinaba a un salvaje, se salvaba su alma. También en la locura y en el degradamiento físico del Quijote, un alter ego de Miguel de Cervantes. Además está aquel sujeto que amanece como un insecto, Gregorio Samsa, que a pesar de su grotesca transformación, sigue su rutina y realizando sus trabajos. En adición a esto se encuentran “La Ilíada” y “La Odisea” y su estrecha relación con la belleza física, una condición para el héroe homérico, este héroe que es noble, también puede ser humillado, por ejemplo, lo que sucede con Alejandro-Paris, uno de los causantes de la guerra, puesto que es él quien rapta a Helena. “El cuerpo es posibilidad, pero también límite”. Como lo señalaba al principio del párrafo, es placer y deseo (lo que más detallan), pero de igual forma es enfermedad y muerte.
Existen otras relaciones entre la literatura y el cuerpo, una de ellas es con los poemas, todos son un ámbito; un lugar que nos cautiva y envuelve, que fija un espacio imaginario donde, si el poema nos llega a profundidad, vivimos plenamente.
La poesía enseña el efecto matrushka, usando los espacios y lo material como base. Incluso lo más tangible próximo a nosotros, nuestro cuerpo, que se convierte en un ámbito variable. Es por eso que, como ya lo había dicho, la poesía erótica es tan frecuente, habla del cuerpo como el paisaje de un nuevo mundo que el poeta explora con fascinación.
“Siento tus firmes manos
posarse sobre mis blancas palomas,
acariciando mi piel cual suave terciopelo
y en mi cara tu aliento que me quema,
bebiéndote con avaricia mis besos.

Tus manos siguen la senda de mi desnudo cuerpo
y desembocan en los oscuros rincones de mis deseos,
y allí, cual firmes centinelas
del mayor tesoro que poseo,
y cual ladronas de cuento,
se apoderan de mi voluntad de hierro.”
Una literatura erótica que no se atreva a explorar la relatividad de los ámbitos del cuerpo deja de lado una dimensión importante de la vida.
Es por eso que el escritor debe procurar de describir la geografía que ambienta sus historias, pues esto hace que el lector se adentre en un mundo nuevo, que se sienta parte del mismo y viva la narración con gran pasión. Se puede tratar de realizar metáforas entre el cuerpo y un objeto o espacio cualquiera, para crear una atmósfera más real, pero sin dejarla distinguir con tanta facilidad.
En conclusión, el cuerpo, podría decirlo, se ha visto influenciado por la literatura, y viceversa. Porque la literatura relata acerca de la realidad, en su gran mayoría, entonces usa al humano y más que todo a su cuerpo para que haga parte de la historia que se quiere narrar, además nótese que cuando se lee un libro escrito con detalles precisos, el lector llega a imaginarse aquel lugar, a tal punto de observar y sentirse dentro de ese mundo imaginario pero que poco a poco se torna real.

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