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24 de mayo de 2013

El deporte literario...


La literatura se ha caracterizado por relatar la realidad, ya sea disfrazada por un mundo distinto o de fantasía, o de manera directa. En esta ocasión les hablaré un poco de su historia con el deporte; que se divide en dos partes: Una es individual y otra es colectiva. Es individual debido a que permite que la actividad sea realizada por la unidad, esto tiene resonancia en lo colectivo porque afecta al grupo. El caso del fútbol, que es un deporte desempeñado de manera individual pero también colectivamente. Lo que es vital y definitivo tanto en lo individual como en lo colectivo, es su importancia en el plano social, lo anterior es trabajo del campo literario.
Sobre lo cualificativo se originó el deporte, sin la presencia de la calidad no hubiera tenido origen; esto ha sido así desde los primeros registros deportivos de la historia. Un claro ejemplo de lo anterior lo podrán encontrar plenamente en las antiguas Olimpiadas griegas, en la rivalidad existente entre espartanos y atenienses. En estas mismas competencias, el lector podrá hallar otro elemento que se manifiesta a través del deporte, su contenido político. Una de las esencias del deporte, cuando se trata de una competencia, es la de hacer brotar la calidad del practicante. Es por eso que las disputas políticas entre atenienses y espartanos, dos formas distintas de organizar la sociedad, se veían reflejadas con exasperación en las Olimpiadas. Este ambiente mezclado de intereses, es el que toma la literatura como material para sus producciones. La poesía antigua presenta gran cantidad de registros que así lo prueban. Uno de los más grandes poetas de la época anteriormente señalada, Píndaro, dedicó buena parte de su obra al tema de las Olimpiadas. 
Algunas de las obras que tienen el deporte como uno de sus temas centrales: “El viejo y el mar” de Ernest Hemingway, “La soledad del corredor de fondo” de Allan Sillitoe, “Campeones” de Guillermo Meneses, el cuento “Por un bistec” de Jack London, “Pelotari” de Marcelino Izquierdo Vozmediano, “Lágrimas por una medalla” de Tania Lamarca y “Fútbol, goles y girasoles” de Jairo Anibal Niño.
Juan Domingo Perón, un hombre que por necesidad de interés político necesitaba de la presencia característica en el plano del deporte, que Argentina lograra destacar en el campo del boxeo, por eso de que toda victoria de un país, es a su vez la victoria de su presidente. Todas sus esperanzas estaban en un joven de provincia, que había comenzado a destacarse en las peleas callejeras, estas le abrieron las puertas para poder entrar al “ring” de boxeo como un completo desconocido, logrando ascender pacientemente, hasta que por fin su nombre llegó a oídos del mandatario. De esta manera fue como José María Gatica se convirtió en el favorito. Sin embargo, la vida decidiría otra cosa para su destino. Su existencia haría de él un personaje trágico, ahogado por la atmósfera de su propia victoria. Una vida “de película”, perfecta para ser tema de cualquier manifestación, esto hizo el escritor argentino Enrique Medina, novelar la historia de este joven con elementos biográficos e históricos, que cambian un rasgo de la historia nacional de Argentina y la historia del protagonista.
A pocos pasos, hace ya varios años “Vericuetos” (la revista), quienes produjeron el libro “Gatica el boxeador de Evita y Perón”, tuvo el privilegio de observar algunos borradores de “Rayuela” y de “Cronopios” en una tarde de que parecía eterna, un dato curioso es que Cortázar es coterráneo de Medina.
Además libros como “Lágrimas por una medalla” de Tania Lamarca, “En el gimnasio Gleason” de Ted Lewin, “Pelotari” de Marcelino Izquierdo Vozmediano y “Fiebre en las gradas” de Nick Hornby, relatan otra visión del deporte, desde los ojos de aquellos que han vivido las experiencias, de aquellos que han sufrido y han dado hasta la último gota de sudor y sangre por amor al deporte.
Por otro lado la historia que cuenta el libro clasificado como literatura infantil, “Fútbol, goles y girasoles” de Jairo Anibal Niño, es la de un partido de fútbol que marca un punto de partida o tal vez un punto final de “el equipo más malo del mundo”, como lo dice Anibal Niño: “…Un empate era una catástrofe para los brasileños y también para el equipo de fútbol más malo del mundo. Faltaban pocos segundos para terminar el encuentro y los brasileños, a pesar del afán, estaban seguros de que, dada su sapiencia, su brillante historial, la calidad de sus estrellas, harían fácilmente el gol que les daría el triunfo. El árbitro ordenó un saque de puerta a favor de Brasil…”. Esta historia es trágica, pero también cautivante y entretenida, que atrapara al lector y lo sumergirá en un mundo parecido al actual, pero no igual.
En conclusión la relación entre la literatura y el deporte, por más extraña que parezca, existe, y es tan fuerte que abarca varias ramas de la literatura, en distintos contextos y durante mucho tiempo; que comienza, probablemente, desde el período colonial y las invasiones a América, debido a los deportes que practicaban los aborígenes y que quedaron plasmados en las hojas escritas por los cronistas españoles, registros que hoy en día se conservan.

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